¿Cómo sabes tú todas estas cosas? No, no me contestes, prefiero no saberlo. El barón era consciente de que Edward y Alexander estaban a punto de jalearla y no era eso lo que le convenía a su hija. No tiene nada que hacer, señor apuntó Alexander conteniendo una sonrisa. Está claro que Elinor venía mucho mejor preparada que usted a este combate. Esos luditas harían bien en incorporarte a sus filas añadió Edward y Frederick lo miró con severidad. Solo hace falta que vosotros la alentéis. —Dios me libre —dijo Alexander haciendo un gesto con las manos en señal de excusa.Edward, en cambio, siguió sonriendo con aquella expresión admirada. Las mujeres fuertes eran su debilidad».Elinor no puede mostrarse indiferente ante las injusticias ni ante la desgracia de sus semejantes, sin importar que esos «semejantes» vivan en casas lujosas o en las que Daniel Woodhouse construyó para sus trabajadores.¿Ruby está de acuerdo en que la utilices?No hago semejante cosa. Somos amigas.¿Amigas? Soltó una carcajada. ¿Y ella lo sabe?Por supuesto que lo sabe. El domingo voy a ir a tomar el té a su casa.Henry no daba crédito, sus ojos seguían riéndose aunque su boca se hubiese quedado abierta y enmudecida.No pongas esa cara, yo llevaré los pastelitos.Ah, bueno, si tú llevas los pastelitos es otra cosa.Elinor lo tiene claro, ni Henry Woodhouse ni ningún otro la apartará de su propósito y si para ello tiene que aceptar las condiciones de Colin y asistir a todo baile y evento que se organice esa temporada en Londres, lo hará con tal de no acabar sometida a un hombre.Deberías mirarte alguna vez en el espejo, quizá descubras que puedes ser tan cruel e injusta como, según tú, somos todos los demás. Se apartó de ella y la miró serio, pero ya sin acritud. Tú también haces daño, Elinor.
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